Miré los muros de la patria mía,
Si un tiempo fuertes ya desmoronados
De la carrera de la edad cansados
Por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo: vi que el sol bebía
Los arroyos del hielo desatados,
Y del monte quejosos los ganados
Que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada
De anciana habitación era despojos,
Mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
Y no hallé cosa en que poner los ojos
Que no fuese recuerdo de la muerte.
FRANCISCO DE QUEVEDO (1580 - 1645)