En la noche fría dejan sus moradas,
viniendo a este mundo a expiar las culpas.
Mas después de las nueve y en lontananza
multitud de luces caminan sin rumbo.
Sigo la procesión con un hacha de cera,
soy una parte de ellas que aterroriza la aldea,
entablo amistad con fantasmas y visiones,
bañando en terror a los pobres de espíritu.
¡A Santa Compaña!
Ciérranse ventanas, atráncanse puertas,
¡Encomiéndate al Santo! ¡A Santa Compaña!
Son las almas en pena que salen de la iglesia
con la cruz y el escano vagan por los contornos.
Por la cerradura sacan a los dormidos
para que se unan a ellas y a su tan lúgubre marcha.
Mas pobre de aquel que no pase por muerto,
porque le entregan un cirio y ese no vuelve a su lecho.