viernes, 18 de noviembre de 1994

A CHRISTMAS TALE (LA AUTÉNTICA HISTORIA DE NERMIN DIVOVIC)


A CHRISTMAS TALE
(LA AUTÉNTICA HISTORIA DE NERMIN DIVOVIC)

( por Fernando Crusellas Abián)

 
Desde hace tres años, Lovac, se dirige cada madrugada a uno de los edificios abandonados de apartamentos en los arrabales de Sarajevo, zona controlada por los servios, toma asiento, fuma un pitillo y prepara su rifle, un máuser M-48 "Tandzara" del 7.92; es un arma perfecta para llevar a cabo su trabajo de francotirador.
En realidad no se llama Lovac, ése es su apodo, que significa "cazador", antes de la guerra era famoso en la región porque su puntería era proverbial, ya abatía osos y venados con esa misma arma, a la que siempre cuidó como a la niña de sus ojos.


En el cursillo de "sniper" (snajper, en yugoslavo, o sea, francotirador) les dejaban claro que no se podía fumar ni tomar alcohol durante el trabajo. ¡Qué sabrían ellos, ese grupo de oficiales engreídos que no habían tenido jamás a un oso frente a frente!
Un hombre fuma y bebe, y más cuando va de caza. Acarició el máuser y lo apoyo con mucho cuidado sobre la tronera. A través de la mira telescópica se divisaba, inmensa y estremecedora, toda la Avenida de los Francotiradores. Y sentía un vago orgullo pensando que él también formaba parte de esa leyenda que había obligado a rebautizar con tan siniestro epíteto al Bulevar Mese Selimovica.

Dzenana Sokolovic, de treinta y cuatro años de edad, camina con su hijito Nermin, de siete. Se dirigen al mercado, ya no queda apenas nada para comer, se acerca el fin de semana y no pueden retrasar más la compra de alimentos. Su marido, soldado de la «Armija», el Ejército bosnio, de mayoría musulmana, está combatiendo en el frente de Vares, en Bosnia Central.
- Mamá ¿me comprarás un balón?- pregunta Nermin a su madre, mientras da patadas a piedras, envoltorios arrugados y todo cuanto se interpone en su camino.
- ¿Es que no puedes andar como una persona? Así nunca llegaremos al mercado
- Pero ¿me comprarás el balón? Es que aún queda mucho para la Navidad. Y no sé si Papá Noel se atreverá a venir por aquí, como estamos en guerra...
- Ya veremos, cielo, ya veremos.
- Mamá, yo de mayor seré como Pedja Mijatovic ¿A que no sabes dónde juega?
- No hijo no lo sé
- Juega en el Valencia, un equipo de España. Cuando sea mayor yo jugaré en un equipo español y ganaré mucho dinero y viviremos allí papá, tú y yo; porque en España no hay guerra ¿verdad mamá?
Una botella de Cockta, la Coca-Cola yugoslava, salio disparada de un certero puntapié del pequeño, haciéndose añicos.
- ¡Nermin estate quieto, me vas a matar de un susto! ¡No vuelvas a hacer eso!
Y siguieron caminando en silencio.


Llegaron a la primera encrucijada. Una bicicleta estaba tirada en el suelo, y un manchurrón de sangre avalaba que su dueño había caído hacía poco. Una patrulla francesa de los cascos azules les indicó por señas y con un macarrónico "no problem" que el francotirador había sido abatido o había cambiado de sitio. No obstante atravesaron la calzada corriendo.

Toda la avenida estaba llena de obstáculos: automóviles calcinados, tranvías atravesados, contenedores, bloques de cemento... lo que obligaba a los transeúntes a serpentear y hacer mil filigranas para poder atravesarla. Eso los convertía en blanco fácil para los "snajper".


Dzenana miró la terraza donde tantas veces ella y su marido habían tomado el excelente café del país y habían hecho planes de amor para el futuro. Ahora lucía una siniestra advertencia: "PAZI SNAJPER" (peligro, francotiradores).

Lovac los vio llegar, hasta ese momento no había tenido suerte; primero una patrulla americana había estado rastreando la zona, y aunque no se atrevían a aproximarse siquiera hasta la línea de apartamentos, contaban con magníficos francotiradores y rifles Armalite de más de mil metros de alcance efectivo. No podía arriesgarse a disparar y ser localizado. Al final se marcharon, quizás pensaban que no había servios. Luego fue pasando mucha gente, pero todos corrían como venados, y él sabía de sobra que una pieza en movimiento no puede abatirse jamás. Hay que esperar a que esté quieta.
Por eso se sorprendió al ver una mujer con un niño de la mano, iban caminando. La verdad es que estaban a mucha distancia, y en una situación normal no desperdiciaría un disparo que tenía pocas probabilidades de acertar, pero nada de lo que estaba pasando allí desde hacía años era normal. Así que apuntó con mucho cuidado; les demostraría a los americanos que su "Tandzara" era tan bueno como los Armalite. Era un tiro complicado, casi imposible, pero él era Lovac, el mejor cazador de su comarca. El mejor cazador de Sarajevo.
Aún con todo, se movían demasiado, si se detuvieran sólo un segundo...

-Nermin, cuando yo te diga tienes que echar a correr, pero no te sueltes de mi mano, has de correr con todas tus ganas, porque...
- Mamá todavía no me has dicho si me comprarás un balón...
- ¡Nermin, quieres escucharme de una vez, atiende lo que digo y deja...!- Dzenana, no pudo terminar la frase, un proyectil de 7.92 mm le atravesó el estómago y cayó al suelo
- ¡Mamá, mamá!- grito Nermin sin comprender qué pasaba
- Corre hijo, corre...- balbuceó la madre, con un hilo de voz y la vista nublada, sobreponiéndose al fuego espantoso que abrasaba sus entrañas- corre...
Pero Nermin estaba paralizado. Y eso fue lo último que oyó el pequeño Nermin. Un segundo disparo le atravesó la cabeza limpiamente.
Es la ventaja de un gran calibre- pensó Lovac- que no revienta los órganos. Y encendió un pitillo. Esa noche, ante unas cervezas, les contaría a los compañeros la magnífica hazaña, había abatido dos piezas a más de quinientos metros. Dio, orgulloso, una larga chupada a su cigarrillo rubio americano.

Pronto llegó una patrulla de los cascos azules. Recogió a Nermin y su madre y los llevó al hospital. El niño fue directamente a la Morgue.
A Dzenana
nadie se atrevió a decirle que su hijo estaba muerto. Sólo que lo habían ingresado en otra planta mal herido.
- Tiene que descansar, señora, esa herida es muy fea- le dijo en inglés una doctora de Médicos Sin Fronteras, cogiéndole la mano. Pero Dzenana no entendía nada, y una enfermera se lo tradujo.
Entonces intentó incorporarse y dijo unas palabras desesperadas, aferrada a la bata de la médica.
Ésta la miró atenta- No comprendo, amiga- y se giró hacia la enfermera- no sé lo que...
- Quiere saber si estará curada antes de un mes; dice que tiene que comprarle a su hijo el regalo de Papá Noel: un balón de fútbol y una camiseta del equipo español donde juega no se qué futbolista yugoslavo.



© Fernando Crusellas Abián

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